26.9.11

Mark Strand - Una suite de apariencias (VI)



VI

De ocasiones cargadas con rosa y oro en que el sol
se hunde y ahoga en un mar que se ennegrece, de esas y otras más,
estar cansado. Tener un atardecer entero, momento por momento

como el de recién, con un lujo de detalles exactos, sólo oscurece
nuestro sentido de lo que pasó. Hay un límite para lo que podemos imaginar
y para cuán bueno algo es bueno. Mejor esperar

el mínimo recordatorio, un atisbo espectral – está ahí pero no, algo
que no es exactamente una escena, preparada sólo para disolverse, entonces
cuando se desvanece como debe, ninguna sensación de pérdida surge de su funeral.

Las casas, los jardines, los perros vagabundos, dejá que sean
factores de ausencia, una incantación de lo inefable.
El patio de atrás era rojo, eso poco sabemos. Y la campana de la iglesia

marca la hora. ¿Qué más hay? El olor a comida,
las últimas huellas de la cena, se fueron. Lavaron los vasos.
El barrio duerme. ¿Volverá alguna vez este mismo día, y con él

nuestro asombro de haber estado en él, o sólo una oscura niebla
se extenderá en el fondo de nuestra mente, borrando los eventos, uno después
de otro, tan ínfimos que podrían haberse perdido desde el comienzo?




Versión de Tom Maver

   ººººººººººººººººººººººººººººººººººº

A Suite of appearances

VI

Out of occasions flounced with rose and gold in which the sun
Sinks deep and drowns in a blackening sea, of those, and more,
To be tired. To have the whole sunset again, moment by moment,

As it occurred, in a correct and detailed account, only darkens
Our sense of what happened. There is a limit to what we can picture
And how much of a good thing is a good thing. Better to hope

For the merest reminder, a spectral glimpse – there but not there,
Something not quite a scene, poised only to be dissolved,
So, when it goes as it must, no sense of loss springs in its wake.

The houses, the gardens, the roaming dogs, let them become
The factors of absence, an incantation of the ineffable.
The backyard was red, that much we know. And the church bell

Tolled the hour. What more is there? The odors of food,
The last traces of dinner, are gone. The glasses are washed.
The neighborhood sleeps. Will the same day ever come back, and with it

Our amazement at having bee in it, or will only a dark haze
Spread at the back of the mind, erasing events, one after
The other, so brief they may have been lost to begin with?



from Blizzard of one, Alfred A. Knopf, New York, 2006.

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