17.10.11

Tom Maver - Cada lugar, por desértico o remoto que sea...




Every place, no matter how far or deserted…



Every place, no matter how far or deserted,
dreams of travelers coming.
There is no savannah, for example,
that doesn’t want to be covered
by ancestral elephant feet,
feel that tickling for widespread miles,
the brushing of their heavy, grey trunks
as fingers combing the grazing lands:
Who doesn’t want to be touched like this?

And their cracked skins, when they finally reach
the enormous pools and the water comes in contact
with them, suddenly, from this bed of exhaustion
and dazing, they shine in the African twilight.
¿How long, in their long elephant lives,
do these instants crossed by miracle last?

Through the water running down their faces,
they look at each other. There’s something inscrutable in their looks.
Now, as from a beloved body
which they must leave forever,
they turn around and start to make their way,
with almost the same parsimony they brought,
towards the paths of dust and sand
where their trunks already begin to sniff
the spells of draught approaching. But,
which savannah in the world, no matter how beautiful,
wouldn’t want to hold such a despair?





Versión de Justina Irima, Florencia Capello y Diego Materyn



    ºººººººººººººººººººººººº


Cada lugar, por desértico o remoto que sea…



Cada lugar, por desértico o remoto que sea,
sueña con que aparezcan los viajeros.
No hay sabana, por ejemplo,
que no quiera que la recorran
las ancestrales patas de los elefantes,
sentir ese cosquilleo por kilómetros,
el roce de sus pesadas trompas grises
como dedos peinando los pastizales:
¿quién no quiere ser tocado así?

Y sus pieles agrietadas, cuando finalmente llegan
a los enormes piletones y el agua entra en contacto
con ellas, de golpe, desde ese fondo de cansancio
y aturdimiento, resplandecen en la tarde africana.
¿Cuán largos serán, en su longeva vida de elefantes,
estos instantes atravesados por el milagro?

A través del agua que les corre por el rostro,
se miran. Hay algo de impenetrable en sus miradas.
Ahora, como de un cuerpo amado del cual
deben alejarse para siempre,
se dan vuelta y empiezan a dirigirse,
casi con la misma parsimonia con que llegaron,
hacia los caminos de polvo y arena
donde sus trompas ya empiezan a olfatear
las estaciones de sequía acercándose.
Pero, ¿qué sabana del mundo, por hermosa que sea,
no querría ser sostén de esa desesperación?








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