Every place, no matter how far or deserted…
Every place, no matter how far or deserted,
dreams of travelers coming.
There is no savannah, for example,
that doesn’t want to be covered
by ancestral elephant feet,
feel that tickling for widespread miles,
the brushing of their heavy, grey trunks
as fingers combing the grazing lands:
Who doesn’t want to be touched like this?
And their cracked skins, when they finally reach
the enormous pools and the water comes in contact
with them, suddenly, from this bed of exhaustion
and dazing, they shine in the African twilight.
¿How long, in their long elephant lives,
do these instants crossed by miracle last?
Through the water running down their faces,
they look at each other. There’s something inscrutable
in their looks.
Now, as from a beloved body
which they must leave forever,
they turn around and start to make their way,
with almost the same parsimony they brought,
towards the paths of dust and sand
where their trunks already begin to sniff
the spells of draught approaching. But,
which savannah in the world, no matter how beautiful,
wouldn’t want to hold such a despair?
Versión de
Justina Irima, Florencia Capello y Diego Materyn
ºººººººººººººººººººººººº
Cada lugar, por
desértico o remoto que sea…
Cada lugar, por
desértico o remoto que sea,
sueña con que
aparezcan los viajeros.
No hay sabana,
por ejemplo,
que no quiera que
la recorran
las ancestrales
patas de los elefantes,
sentir ese
cosquilleo por kilómetros,
el roce de sus
pesadas trompas grises
como dedos
peinando los pastizales:
¿quién no quiere
ser tocado así?
Y sus pieles
agrietadas, cuando finalmente llegan
a los enormes
piletones y el agua entra en contacto
con ellas, de
golpe, desde ese fondo de cansancio
y aturdimiento,
resplandecen en la tarde africana.
¿Cuán largos
serán, en su longeva vida de elefantes,
estos instantes
atravesados por el milagro?
A través del agua
que les corre por el rostro,
se miran. Hay
algo de impenetrable en sus miradas.
Ahora, como de un
cuerpo amado del cual
deben alejarse
para siempre,
se dan vuelta y
empiezan a dirigirse,
casi con la misma
parsimonia con que llegaron,
hacia los caminos
de polvo y arena
donde sus trompas
ya empiezan a olfatear
las estaciones de
sequía acercándose.
Pero, ¿qué sabana
del mundo, por hermosa que sea,
no querría ser
sostén de esa desesperación?