7.10.12

May Sarton - 11 de octubre



 de sus diarios: JOURNAL OF A SOLITUDE


11 de octubre 
[de 1972]


Casi no puedo creer que el alivio de la angustia de estos últimos meses esté para quedarse, pero hasta ahora se siente como un verdadero cabio de ánimo - o, más bien, un cambio en el ser que implica poder estar sola. Tanta es la precariedad de mi vida acá. No siempre puedo creer en mi trabajo. Pero llegué a sentir de vuelta en estos días pasados la validez de mi lucha, que tiene un sentido por más que "tenga éxito" como escritora o no, y que a pesar de esto, las fallas, fallas de ánimo debidas a un temperamento difícil, pueden ser significativas. Es una edad en que más y más seres humanos está atrapados por una vida en la que cada vez menos y menos decisiones personales, interiores, pueden ser hechas, donde existen cada vez menos y menos elecciones verdaderas. El hecho de que una mujer soltera, de mediana edad, sin ningún vestigio de familia, viva en esta casa en un pueblo calmo y sea responsable de su propia alma significa algo. El hecho de que sea escritora y pueda decir dónde está y cómo es la peregrinación interior puede ser satisfactorio. Lo es saber que hay quienes cuidan los faros en las islas rocosas a lo largo de la costa. A veces, cuando salgo de paseo de noche y veo mi casa iluminada, tan viva, siento que mi presencia acá vale la pena. 

Tengo tiempo para pensar. Ese es el mayor de los lujos. Tengo tiempo para ser. Así, mi responsabilidad es enorme. Usar bien el tiempo y ser todo lo que pueda en los años que me queden. Esto no me hace desfallecer. Sólo desfallezco cuando pierdo el sentido de mi vida como algo conectado (como por una antena) a muchas, muchas otras vidas, las cuales ni siquiera conozco ni voy a conocer alguna vez. Las señales van y vuelven todo el tiempo.

¿A qué se debe que la poesía me parezca un trabajo del alma más verdadero que el de la prosa? Nunca me siento eufórica después de escribir una página en prosa, a pesar de que haya escrito buenas cosas gracias a una concentrada voluntad. A lo mejor es que uno se gana la prosa y la poesía es dada, recibida. Ambas pueden ser corregidas indefinidamente. No quiero decir que no trabaje los poemas. Cuando estoy verdaderamente inspirada puedo hacer un poema luego de mil borradores y mantener mi excitación. Pero esta sostenida batalla sólo es posible cuando estoy en un estado de gracia, cuando los profundos canales se abren y cuando están ahí y yo estoy al mismo tiempo profundamente agitada y equilibrada, entonces la poesía llega como un regalo de poderes que está más allá de mi voluntad. 

Imaginé muchas veces que si estuviera aislada por un tiempo indefinido y supiera que nadie leería nunca lo que escribí, yo escribiría poesía pero no escribiría novelas. ¿Por qué? Quizás porque el poema es principalmente un diálogo con uno mismo y la novela un diálogo con otros. Vienen de modos copletamente distintos de ser. Supongo que escribí novelas para saber qué pensaba de algunas cosas, y poemas para saber qué sentía sobre otras.













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