MARZO DE 1932
[Fragmento]
Supongo, Henry, que estás sufriendo por
el esfuerzo que te dan las completas revelaciones acerca de vos mismo y de
June, por la franqueza inexorable pero obtenida dolorosamente. Tenés momentos
de reserva, en que sentís que estás violando intimidades sagradas, la secreta
vida tanto de tu propio ser como la de otros.
Por momentos estoy dispuesta a
ayudarte a causa de nuestra común pasión por la verdad. Pero duele, Henry,
duele. Trato de ser honesta en mis diarios, día a día.
En un sentido tenés razón, cuando hablás
de mi honestidad. Es un esfuerzo, de todas maneras, teniendo el cuenta el usual
resguardo humano o femenino. Resguardarse no es femenino, masculino, ni es un
truco. Es el terror ante la destrucción total. Lo que analizamos completamente,
¿va a morir? ¿Va a morir June? ¿Va a morir nuestro amor de golpe,
instantáneamente si hacemos de él una caricatura? Henry, hay un peligro en
tanto conocimiento. Tenés una pasión por conocer de manera absoluta. Es por
esto que la gente te va a odiar.
Y a veces creo que tu análisis
incesante de June deja algo afuera, los sentimientos que tenés por ella más
allá del conocimiento o a pesar del conocimiento. A menudo veo cómo llorás por
lo que destruís, cómo querés parar y sólo adorar; y parás, y un momento después
estás de vuelta con un cuchillo como un cirujano.
¿Qué vas a hacer después de que
hayas revelado todo lo que haya por conocer acerca de June? La verdad. Cuánta
ferocidad hay en tu búsqueda. Destruís y sufrís. De alguna extraña manera no
estoy con vos, estoy en contra tuya. Estamos destinados a sostener dos
verdades. Yo te amo y te combato. Y vos, lo mismo. Vamos a ser más fuertes por
esto, cada uno, más fuertes con nuestro amor y nuestro odio. Cuando caricaturizás
y determinás y destruís, te odio. Quiero responderte, no con débil y estúpida
poesía sino con un asombro grande como tu realidad. Quiero luchar contra tu
bisturí con todas las fuerzas ocultas y mágicas del mundo.
Quiero a la vez combatirte y
aceptarte, porque como mujer adoro tu coraje, adoro el dolor que engendra,
adoro la batalla que llevás dentro y que yo sola veo en su total magnitud. Tenés
razón. El mundo está para ser caricaturizado pero sé, también, cuánto podés
amar eso que caricaturizás. ¡Cuánta pasión hay en vos! Es eso lo que siento en
vos. No siento al sabio, al que revela, al observador. Cuando estoy con vos, es
la sangre lo que siento.
Esta vez no vas a despertar de los
éxtasis de nuestros encuentros para revelar sólo los momentos ridículos. No. No
lo vas a hacer esta vez, porque mientras vivimos juntos, mientras examinás mi
rouge que se corre del diseño de mi boca, extendiéndose como sangre después de
una operación (me besaste y ya no había más, el diseño se perdió como en una
acuarela los colores se corren); mientras hacés eso, yo me agarro del asombro
que me frota (el asombro, oh, el sombro de que esté acostada debajo tuyo), y te
lo traigo, lo respiro encima tuyo. Tomalo. Me siento pródiga de sensaciones
cuando me amás, sensaciones tan afiladas, tan nuevas, Henry, sin parecido con
otros momentos, tan nuestros, tuyos, míos, vos y yo juntos, no cualquier hombre
o cualquier mujer juntos.
Qué es más emotivamente real que tu
cuarto. La cama de hierro, la almohada dura, el único vaso. Y todo destella
como el cielo del 4 de julio a causa de mi alegría, la suave inflamación de
alegría que vos encendiste en mi vientre. El cuarto se llenó con la
incandescencia que vertiste en mí. El cuarto va a estallar cuando me siente al
lado de tu cama y me hables. No oigo tus palabras: tu voz reverbera sobre mi
cuerpo como otra clase de caricia, otra clase de penetración. No tengo poder
sobre tu voz. Viene derecho de vos a mí. Podría taparme las orejas que lograría
filtrarse hasta mi sangre y hacerla levantarse.
Soy impermeable al chato ataque
visual de las cosas. Veo tu camisa caqui colgada de un clavo. Es tu camisa y
puedo verte en ella – vos, usando un color que detesto. Pero te veo a vos, no
tu camisa. Algo se agita en mí al verla y es sin dudas al humano que veo. Es
una visión del humano revelando una increíble delicadeza. Tu camisa caqui y vos
son el hombre que ahora es el eje de mi mundo. Revoloteo alrededor de la
riqueza de tu ser.
“Vení cerca mío, más cerca. Te
prometo que va a ser hermoso”.
Mantenés tu promesa.
Escuchame, no creo que yo sola
sienta que estamos viviendo algo nuevo porque sea nuevo para mí. No veo en tu
escritura ninguno de los sentimientos que me mostraste ni ninguna de las frases
que usaste. Cuando leo tu escritura, me pregunto, ¿Qué episodio vamos a
repetir?
Vos llevás a cuestas tu visión, y yo
la mía, y ambas se mezclaron. Si a veces veo el mundo como vos lo ves (porque
son las putas de Henry, yo las amo), vos a veces lo verás como yo.
En inglés puede leerse acá