(California, EEUU, 1942 - )
Los antiguos
poetas[1]
A veces
pareciera que están tratando de
alejarse
uno del otro al mismo tiempo que se agarran
fuertemente,
a veces pareciera que es un tormento
o un
forcejeo con una tercera cosa,
obreros
luchando por sacar algo metido bien adentro
de la
tierra, se sostienen mientras aquello que no pueden ver,
por más que
brille con el sudor de ambos, los tira de un lado a otro
y se
abrazan y lo rodean, aplastándolo, doblándolo, quizá lo están
creando
ellos dos y luego,
adentro de
ella, las pulsaciones, como un nacimiento, una amada
coronación.
Ella descansa y luego sigue el desgarrador trabajo
alegre, el paso de los anchos hombros de un recién nacido. Descansa,
luego siguen
los brazos, las articulaciones hacen ruido, descansa, luego pasa
la cadera a
través de la cadera de este cuerpo suyo que, convulsionándose,
abre un
espacio y por un momento los dos relojes de arena
destellan,
alineados. Ella descansa, luego lo que sigue,
como un
sexo que nace, ella descansa, luego los últimos
tirones, el
largo giro de un muslo como un torno,
la rodilla,
la pantorrilla, oh, oh,
el tobillo,
el arco del pie, te amo, te amo,
la punta
del pie, el aire-
el esbozo
trepida en medio de ellos y luego
él lo llena
con ferocidad hasta el tope, ella los sostiene, hay
lágrimas en
los ojos de todos, él se lanza entero,
se vacía,
le da su corazón.
Y luego
descansan al unísono,
la carne, el
luminoso algo y la carne,
entra perfectamente entre ellos, es la luz
lo que los
está uniendo, lo lograron, tiembla
ese ser como
de otro lugar,
como de una
especie a punto de extinguirse, y si ellos no son leales
entre sí, será al que maten.
[1] El título original es
The Makaris. Existe un poema, Lament for the Makaris, de William
Dunbar, escrito, se supone, poco antes de 1508, en el que se lamenta la muerte
de toda una serie de poetas (the makars) escoceses en su mayoría, de los siglos
XIV y XV (para leer el poema, o verlo, ya que está en inglés antiguo: http://rpo.library.utoronto.ca/poem/769.html).
En todo caso es interesante tener esto en cuenta a la hora de leer el de Sharon
Olds.
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The Makaris
Sometimes
it seems as if they are trying to get
away from
each other, while holding each other
fast,
sometimes it looks like torment,
or a
grappling with a third thing,
workers
wrestling to get something deep into the
ground,
they hang on as it hauls them back
and forth,
it cannot be seen, though their wetness
glistens on
it, they grasp each other
around it,
bulging, doubling, maybe they’re
creating
it, between them, and then,
in her, the
pulsings, like birth, like a beloved
crowning.
She rests, and then more harrowing
joy-work,
like a newborn’s large shoulders. She rests,
then the
arms, the jointed gasps, she rests, then the
waist,
through this waist of her body, which, convulsing,
indents it,
for a moment the two hourglasses
gleam,
aligned. She rests, then the next,
like a sex,
birthed, she rests, then the last
wrenchings,
the long lathe-turning of a thigh,
knee, calf,
ow, ow,
ankle,
arch, I love you, I love you,
toe-tip,
air-
the outline
shudders between them, and then
he fiercely
fills it, full, she holds them, there are
tears on
all their faces, he casts himself
into it, he
gives it his heart.
And then
they rest, in unison,
flesh, and
luminous something, and flesh,
it fits
between them, it is the light
which is
joining them, they have made it, it quivers,
a being as
if from another place,
like an
almost-lost species, and if they are false
to each
other, it is the one they murder.
from Blood, Tin, Straw, Alferd J. Knoopf, New York , 1999.