(Indonesia, 1959 - )
Un himno a
la infancia
¿Infancia?
¿Qué infancia?
¿Esa que no
duró?
¿Esa en que
aprendiste a tenerle miedo
al pozo de
madera que estaba en el patio
y a la
escalera de daba al altillo?
¿La que
estaba presidida por hombres armados
en
uniformes que no les quedaban
paseándose
por calles y callejones
mientras
que por los altoparlantes declaraban una nueva era,
y la casa
alrededor tuyo crecía,
los cuartos
se alejaban y tenían más y más
gente
desparecida?
Las fotos
se susurraban entre ellas
desde sus
marcos en los pasillos.
Las ollas
decían tu nombre
cada vez
que pasabas por la cocina.
Y vos
pretendías estar muerto con tu hermana
jugando a
juegos de rescate y abandono.
Aprendiste
a quedarte inmóvil tanto tiempo
que el
mundo te parecía una obra que mirabas
desde la
seguridad de un palco acolchonado. ¡Mirá! Gritando
vienen los
sirvientes, aullando los soldados
dando
vuelta los muebles,
destrozando
la porcelana de tu madre.
No te
quedes dormido.
Cada acto
se abre con tu madre
leyendo una
carta que la hace llorar.
Cada acto
se cierra con tu padre cayendo
en las
manos de un Faraón.
¿Qué
infancia? ¿La que nunca termina? Oh vos
todavía un
niño que crece lentamente.
Todavía
hablando con Dios y pensando que la nieve
que cae es
el sonido de Dios escuchando
y que el invierno
es la casa de altos techos
donde Dios
mide con un solo ojo
una ola del
océano en minutos y octavas
y cuenta
con muchos dedos
todas las
formas con que un chico aprende a decir Yo.
¿Qué
infancia?
¿Esa de la
que nunca podés escapar? Vos,
tan lento
para saber
qué sabés y
qué no sabés.
Todavía
pensando que escuchás una canción grave
en el
viento que sopla en los tejados,
una
historia en tu respiración,
dolor en la
paloma que canta al anochecer
y plenitud
en el pájaro que no ves
piar en la
mañana. Todavía lento para diferenciar
la memoria
de la imaginación, el cielo
del ahora y
acá,
el infierno
del ahora y acá,
a la muerte
de la infancia, y a ambas
del sueño.
Versión de
Tom Maver
ººººººººººººººººººººººººººººººº
A Hymn to
childhood
Childhood?
Which childhood?
The one
that didn’t last?
The one in
which you learned to be afraid
of the
boarded-up well in the backyard
and the
ladder in the attic?
The one
presided over by armed men
in
ill-fitting uniforms
strolling
the streets and alleys,
while
loudspeakers declared a new era,
and the
house around you grew bigger,
the rooms
farther apart, with more and more
people
missing?
The
photographs whispered to each other
from their
frames in the hallway.
The cooking
pots said your name
each time
you walked past the kitchen.
And you
pretended to be dead with your sister
in games of
rescue and abandonment.
You learned
to lie still so long
the world
seemed a play you viewed from the muffled
safety of a
wing. Look! In
run the
servants screaming, the soldiers shouting,
turning
over the furniture,
smashing your
mother’s china.
Don’t fall
asleep.
Each act
opens with your mother
reading a
letter that makes her weep.
Each act
closes with your father fallen
into the
hands of Pharaoh.
Which
childhood? The one that never ends? O you,
still a
child, and slow to grow.
Still
talking to God and thinking the snow
falling is
the sound of God listening,
and winter
is the high-ceilinged house
where God
measures with one eye
an ocean
wave in octaves and minutes,
and counts
on many fingers
all the
ways a child learns to say Me.
Which
childhood?
The one
from which you’ll never escape? You,
so slow to
know
what you
know and don’t know.
Still
thinking you hear low song
in the wind
in the eaves,
story in
your breathing,
grief in
the heard dove at evening,
and
plentitude in the unseen bird
tolling at
morning. Still slow to tell
memory from
imagination, heaven
from here
and now,
hell from
here and now,
death from
childhood, and both of them
from
dreaming.
from Behind My Eyes,
W.W. Norton & Company, New York .