(EEUU, 1972)
No lo
extraño
pero a
veces me olvido dónde estoy,
me imagino a
mí misma dentro de esa vida otra vez.
Mañanas
recalcitrantes. El sol quizás,
o más bien
una luz sin color
filtrándose
a través de las nubes sin forma.
Y cuando
empiezo a creer que no la dejé,
el descanso
vuelve. Nuestro sillón. El humo de mi cigarrillo
trepando
las paredes mientras las horas caen.
Yo lucho
contra el ruido del tráfico, de la música,
de
cualquier cosa viva para oír tu llave en la cerradura.
Y siento
ese correteo en el corazón
como si el
día, la noche, donde sea que esté
en ese
momento, fuera sólo un zumbido
de alguna
cosa distinta a esperar.
Escuchamos
tantas cosas sobre cómo se siente el amor.
Ahora
mismo, hoy, con la lluvia ahí afuera
y las hojas
que quieren tanto como yo creer
en mayo, en
las estaciones que vienen cuando las llamamos,
es
imposible no querer
entrar al
otro cuarto y dejar que vos
pases tus
manos por los costados de mis piernas,
sabiendo
perfectamente bien lo que ellas saben.
ººº
Nota del
T.:
Terminada
la traducción, extraño. Ahora que dejé de imaginarme a mí mismo en esa otra
vida, voy a dedicarme, por el tiempo que dure esta nota, a extrañar mi vida, esa
que tuve antes de que me dedicara a escribir y a traducir.
Los
recuerdos me visitan caóticamente. Estoy en una cancha inmensa jugando con mis
amigos con una pelota ovalada, corremos, pateamos. El verde de todo nos invade
el cuerpo transpirado, sin remera. Una mujer, luego de besarme, me mira la
boca, los destellos de saliva. Entro a un edificio donde voy a aprender a odiar
las normas. Un amigo me pasa un libro de poemas. La secundaria se hace más
insoportable. Leo por horas, hago deporte. Viajo, escribo un poema una vez, se
los muestro a mis dos amigos, estamos por ir a Cafayate haciendo dedo. Miro el
cielo, escribo: “las penitencias del sol”. Conozco a Candela, el mundo termina
o cambia o empieza. Una persona, un acontecimiento. Un día el mundo pierde sus
formas y yo mudo de piel. Escribo para permanecer. Traduzco para irme.
A punto de terminar la nota, abro
los ojos. Estuve extrañando, me digo. Estuve traduciendo, me corrijo. Miro mis
manos. “Con esto la acaricié una vez, con estas dos manos también traduzco”, me
digo. Hoy ese yo está diluido en mí y a veces resplandece trayéndome recuerdos.
Hay ahí otro idioma, otro poema,
otra persona y frases, frases. Imagino una manada de caballos. Veo el cerco de
la traducción, los límites de mi oficio. No van a poderlo saltar todos. De
todas maneras, es increíble la belleza del salto.
Versión de
Tom Maver
ºººººººººººººººººººº
I Don't
Miss It
But
sometimes I forget where I am,
Imagine
myself inside that life again.
Recalcitrant
mornings. Sun perhaps,
Or more
likely colorless light
Filtering
its way through shapeless cloud.
And when I
begin to believe I haven’t left,
The rest
comes back. Our couch. My smoke
Climbing
the walls while the hours fall.
Straining
against the noise of traffic, music,
Anything
alive, to catch your key in the door.
And that
scamper of feeling in my chest,
As if the
day, the night, wherever it is
I am by
then, has been only a whir
Of
something other than waiting.
We hear so
much about what love feels like.
Right now,
today, with the rain outside,
And leaves
that want as much as I do to believe
In May, in
seasons that come when called,
It’s
impossible not to want
To walk
into the next room and let you
Run your
hands down the sides of my legs,
Knowing
perfectly well what they know.
from Duende. Graywolf Press, 2007.