Nota del T.: Sedentario a más no poder, en otros lugares me
cuesta dormir. Me quedo inmóvil en la cama, habiendo dormido apenas unas pocas
horas. Mis amigos, en cambio, descansan. Oigo sus respiraciones pesadas, el
chasquido del caloventor cuando se enciende o se apaga. Tengo los ojos abiertos. Estoy en una cama marinera en un hostel cerca del río, en Rosario. Del otro lado del río se ven árboles, una
vegetación blanda acariciada por el río. Oigo pasos que van y vienen por el patio que da a
nuestro cuarto y por donde entra la luz del día. Algo indefinido en el cuerpo
me duele. Hay otras formas de vivir, me digo. Pero agrego: es el momento de vivir así, sin que se note casi, en silencio, en una
semi oscuridad y con la sensación de que sería imposible levantarme. Cierro los
ojos. En otra parte, muy lejos de donde estoy, una mujer se levanta y sale a caminar con una libretita donde escribe poemas hermosos. Poemas que
en algún momento, cuando me levante, cuando vuelva a Buenos Aires, leeré asombrado
y que querré traducir. Y pienso en este hecho: soy una persona que la mayor
parte del tiempo lee, traduce y escribe poemas, cosa que luego de estar tres días
sin hacerlo me desconcierta un poco. Si me dejara llevar, podría creer que esa es
otra vida, anterior o imaginaria. Oigo un crujido. Alguno de mis amigos acaba
de moverse en la cama. Pero yo escucho otra cosa: Mary Oliver, allá, en Nueva
Inglaterra, luego de escribir un nuevo verso en su libreta, sigue caminando por
el bosque, pisando ramas que se quiebran. Huele el aire de la mañana que parece
provenir del suelo. Mira a su alrededor. Su cabaña quedó atrás. Siente que es
hora de regresar, que necesita terminar ese poema que le ronda la cabeza. Yo
vuelvo a escuchar pasos en el patio, alguien sube por la escalera a las
apuradas y cierra la puerta de un cuarto. Me quedo oyendo con los ojos
abiertos.
Escribir es como pescar, se requiere de atención, de insistencia y de un tiempo de espera. Para luego ver que lo que sacamos no es lo que esperábamos: su misterio nos interpela y nutre. Escribir es otra forma de entrar a la naturaleza, dice Mary Oliver. Traducir, digo yo, es otra forma de entrar al fuego de la escritura.
Escribir es como pescar, se requiere de atención, de insistencia y de un tiempo de espera. Para luego ver que lo que sacamos no es lo que esperábamos: su misterio nos interpela y nutre. Escribir es otra forma de entrar a la naturaleza, dice Mary Oliver. Traducir, digo yo, es otra forma de entrar al fuego de la escritura.
A continuación, la selección de poemas que traduje para la revista virtual No-Retornable (gracias, Nurit, por pensar en mí).