Desde Lejos (II)
El primer poema
se convierte en el último.
El mundo
es redondo.
Estoy viajando.
Aprendí
el tenso y esbelto
calor de tu cuerpo
casi de memoria.
La más azul y lejana distancia
es la que llevás
adentro tuyo-
su frío es
inexorable.
Sé
que no podés escucharme.
Recojo las espigas
sola en un campo
en medio del mundo,
vos estás escuchando
una canción
que desconozco,
que nadie
ha cantado aún.
Esto
no es
una
despedida.
Tengo
tu
palabra,
inviolable.
El
último poema
envuelto
en el lúcido color
ámbar
del mundo
se
convierte en el primero.
Nota del T.: Recuerdo exactamente cuándo traduje este poema.
Estaba en Fort Worth, Estados Unidos, en diciembre de 2009. Era de noche y la
única luz en toda la casa era la de mi laptop y su reflejo en mi cara. Durante
el día había leído casi toda la sección “Modulaciones para una sola voz”, del
libro Vida en el bosque, de Levertov. Hoy, revisándola, me vuelvo a encontrar
con este poema y con el epígrafe de la serie que es de Carson McCullers: “Están
el amante y el amado, pero cada uno viene de diferentes países”. Aquella noche,
cuando yo recién estaba empezando a conocer a Levertov y la poesía de Estados
Unidos, cuando hacía todavía menos que había empezado a traducir y recién
acababa de publicar mi primer libro de poemas, aquella noche yo estaba lejos
pero no estaba viajando: estaba quieto y en mis yemas latía la memoria de un
cuerpo lejano.
Pero cada tanto salía a pasear. Una de las cosas que uno no
puede dejar de observar apenas llega a Fort Worth es que no existen los
peatones. Así de sencillo. Hay veredas limpias, sin grietas, pulcras, que nadie
pisa. La explicación es poco interesante para el sorprendido: todos andan en
auto. Es más, ni siquiera los automovilistas están del todo preparados para la
aparición de los peatones. Yo, que no veía a nadie caminando, y ellos, que de
pronto veían a alguien caminando, teníamos la sensación de que nadie estaba
donde debía estar.
Y de pronto visualizaba aquel cuerpo deseado, redondo como
un mundo por el que alguna vez viajé y que entonces no podía recordar sin que
mi propio cuerpo, como en el poema sobre Chéjov (http://hastadondellegalavoz.blogspot.com.ar/2011/12/denise-levertov-como-amar-chejov.html),
que también pertenece a esta serie, me inquietara y se molestara conmigo porque
no entendía el significado de la separación, de las veredas que se bifurcan.
Volviendo a casa esa tarde, antes de traducir este poema, pensé en esas veredas de Fort Worth que de noche no están iluminadas por
los postes de luz. Y pensé en el eventual
paseante nocturno que espera que algún auto pase para poder avanzar y se me ocurrió que yo,
sintiendo frío, tarareando algo de Spinetta, esperaba también encender la computadora y dejarme iluminar
por esa pantalla y por el trabajo insomne.
From Afar (II)
The first
poem
becomes the
last.
The world
is round.
I am
wayfaring.
I learned
the tense
and slender
warmth of
your body
almost by
heart.
The bluest,
furthest distance
is what you
carry
within you-
the cold of
it
inexorable.
I know
you can’t
hear me.
I’m
gleaning
alone in a
field
in the
middle of the world,
you’re
listening
for a song
that
I don’t
know,
that no one
yet has
sung.
This is not
farewell.
I have
your word for it,
inviolate.
The last poem
enclosed in the lucid
amber of the world
becomes the first.
from Poems 1972-1982, New Directions Publishing, New York, 2001.