0
Una vez no
fui nada: una vez éramos una.
1
En el mundo
que no había nacido oímos los años precipitándose,
zumbando
como los engranajes de una fábrica gigante –tiempo
tiempo tiempo-
2
Oímos la
respiración humana,
pensamientos
que iban y venían como hojas de bambú silbando en el viento,
dudas
arremolinándose como aviones de reconocimiento sobre bosques de sueño,
oímos
palabras murmuradas en estado amoroso.
3
Sentimos
cuerpos desnudos trepar uno al otro,
aferrándose,
aferrándose,
como si
pudieran llevarse a una país que no puede ser nombrado.
Sentimos
chirriar a las mantas, la áspera lona de las sábanas humedecerse,
sentimos
una piel mojada que los mantenía juntos y separados.
¿Qué bordes
cruzaron? ¿Qué más querían?
Agridulces
fueron la transpiración que probamos, los labios hinchados que tocamos, los
genitales separados frotándose:
agridulce
el vino de una carne que bebían y bebían.
4
Nos
llamaron por sobre océanos de sal ensoñada,
sus voces se movían sobre el rostro de las aguas
como las luces de una torre de vigilancia.
Nos
escondimos y nos rehusamos a salir.
Sus gritos
nos siguieron como perros policía gruñendo atados.
Corrimos en
la lluvia de benceno, volamos entre nubes de combustible de avión.
Nadamos a
través de la espuma de hidrógeno, nos desplazamos entre infinitas estrellas
como arena.
No
queríamos nacer no queríamos.
Ciegamente
sus manos nos buscaron a tientas como un operativo que rastrea cadáveres,
ciegamente
sus manos me arrastraron como ganchos de captura de entre las olas,
los
espumosos cueros cabelludos de niños fantasma que reían, el pelo como algas
chorreando,
madera a la
deriva de otros chicos que podrían haber sido.
Con
cromosomas y polvo,
células de
esperanza, células de historia,
con
refugiados corriendo lejos de los bombardeos de los morteros, inmigrantes
manejando a las centrales eléctricas de Jersey,
con
filipéndulas y aceite, el frote de vidas no vividas en constante choque,
con deseos
conocidos y desconocidos me atrajeron.
5
Entré en el
laberinto del cuerpo de mi madre.
Anduve sin
rumbo entre los bosques de nervios que se bifurcaban en todas direcciones,
árboles
altísimos encendidos por emociones, crujiendo y ardiendo,
remé entre
ríos de venas.
Me mojé en
grutas linfáticas en medio de islas de glándulas.
Salté de
una costilla a la otra, de un anillo de la espina dorsal a otro,
me balancée
en las sogas de los intestinos.
Toqué los
órganos, salté la niebla de oxígeno dulce en los pulmones.
Trepé las
placas tectónicas del cráneo rápido para no caer por las grietas que había,
hacia las
montañas de la mente en donde no se podía ver el fondo.
Entreví
desde las articulaciones al cerebro reposando en acantilados de hueso
como un
volcán gigante, con su magma de memorias, su magma de mañanas,
podría
haber jugado ahí para siempre, mirando, asombrándome ante las vastas
extensiones de adentro,
asombrándome
ante las grandes cámaras en el corazón.
La máquina
que me hizo meterme en la cueva del útero, me hizo
una tumba
de carne, ahora el motor del comienzo arrancaba y avanzaba,
las células
dividiéndose, células dividiéndose:
ahora las
neuronas hierven, las dendritas zumban,
ahora las
arterias hacen túneles de pañuelos como tubos conectados a una intravenosa;
ahora los
órganos bombean, los martillos del hambre golpean,
ahora los
nervios se aferran, los tendones azotan al hueso con la carne:
mientras mi
esqueleto se suelda, el cuero cabelludo se junta como cemento,
mientras mi
cara también se suelda y se endurece como una máscara de acero fundido,
mientras mi
sangre se agita como un horno de deseo,
mientras mi
corazón marca su ritmo como una bomba – es-era,
es-era:
después,
frías lenguas de metal engramparon mi frente y sien,
después los
fórceps me arrancaron del cuerpo de mi madre como una fruta de un árbol:
después oí
un grito de dolor -¿mío, ajeno?-
después el snip snip del bisturí sobre el cordón
umbilical, como cuchillas afilándose en un chaira:
pronto me
sentí pegajosa de sangre y pelo enmarañado, las luces quirúrgicas me cegaron,
pronto
sentí las lágrimas quemándome la piel -¿Por
qué estás llorando? ¿Por qué soy?-
no sabía
quién o qué era, sólo que era,
cada
pregunta la contestaba el eco de mi voz sola: yo, yo, yo.
del libro: Notes from the divided country