14.4.12

Charles Dickens - David Copperfield


(Inglaterra, 1812 - Inglaterra, 1870)


La liviana, pequeña y audaz figura que revoloteaba, giró y vino sana y salva de vuelta a mí, y entonces me reí de mis miedos y del grito que yo había dado - de cualquier manera inútil, ya que no había nadie cerca-. Pero ha habido momentos, muchos momentos han habido cuando, en mi adultez, pensé: ¿Es posible, entre las posibilidades de las cosas ocultas, que en la súbita precipitación de la niña y en la distante mirada salvaje, haya sentido alguna piadosa atracción hacia el peligro, alguna tentación que la llevara hacia ahí permitida por la muerte del padre, y que su vida haya tenido la posibilidad de terminar ese mismo día? Ha habido un tiempo desde el que me pregunto si yo, en el caso de que la vida que ella tenía frente suyo se me hubiera revelado en un instante de tal modo que un chico pueda comprenderla enteramente, y suponiendo que su preservación hubiera dependido del movimiento de mi mano, me pregunto si yo debería haberla movido para salvarla. Ha habido un tiempo –no digo que haya durado mucho, pero duró- desde el que me pregunto: ¿Hubiera sido mejor para la pequeña Emily que las aguas se cerraran encima suyo esa mañana bajo mis ojos? y ha habido veces en que contesté: Sí.



The light, bold, fluttering little figure turned and came back safe to me, and I soon laughed at my fears, and at the cry I had uttered; fruitlessly in any case, for there was no one near. But there have been times since, in my manhood, many times there have been, when I have thought, Is it possible, among the possibilities of hidden things, that in the sudden rashness of the child and her wild look so far off, there was any merciful attraction of her into danger, any tempting her towards him permitted on the part of her dead father, that her life might have a chance of ending that day? There has been a time since when I have wondered whether, if the life before her could have been revealed to me at a glance, and so revealed as that a child could fully comprehend it, and if her preservation could have depended on a motion of my hand, I ought to have held it up to save her. There has been a time since –I do not say it lasted long, but it has been- when I have asked myself the question, Would it have been better for little Em’ly to have had the waters close above her head that morning in my sight? and when I have answered Yes. 





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