Esta
noche mi hermano camina con las botas pesadas
a través
de cuartos vacíos encima de mi cabeza,
abriendo
y cerrando puertas.
¿Qué
podría estar buscando en una casa vacía?
¿Qué
podría necesitar allá en el cielo?
¿Recuerda
su tierra, su lugar de nacimiento iluminado por velas?
Su amor
por mí se siente como agua volcada
regresando
a la vasija.
A esta
hora, lo que está muerto se inquieta
y lo que
vive arde.
Que
alguien le diga que debería irse a dormir ya.
Mi padre
deja una luz prendida al lado de nuestra cama
y nos
prepara para nuestro viaje.
Cose diez
agujeros en las rodillas
de cinco
pares de pantalones para chicos.
Su amor
por mí es como una costura:
varios
colores y demasiado hilo,
las
puntadas irregulares. Pero la aguja atraviesa
limpiamente
a cada golpe de su mano.
A esta
hora, lo que está muerto está intranquilo
y lo que
vive es fugitivo.
Que
alguien le diga que debería irse a dormir ya.
Dios, esa
vieja caldera, sigue hablando
con su
boca de dientes,
la barba
manchada por los festines y su aliento
a nafta,
aviones, a ceniza humana.
Su amor
por mí se siente como un fuego,
se siente
como palomas, se siente como agua de río.
A esta
hora, lo que está muerto está desamparado, amable
y
desamparado. Mientras el Señor viva.
Que
alguien le diga al Señor que me deje en paz.
Ya tuve
suficiente de su amor
que se
siente como un ardor y un vuelo y escaparse.
Nota del T.: Leo este poema y recuerdo algo que ocurrió
varios años atrás. Fue cuando mi abuela estaba viviendo en casa mientras se
recuperaba de una fractura de cadera. Durante esos meses, antes de irme al
colegio, sin importar el sueño que tuviera, me detenía unos segundos para verla
dormir con la boca entreabierta, un brazo apoyado sobre el otro que sobresalía
de la cama, la palma de la mano abierta como si acabara de soltar algo
delicadamente.
Una tarde, entonces, volví a casa y le propuse leerle algún
cuento para pasar el rato. Giró la cabeza, me miró desde una edad muy lejana y
me dijo: "Claro, m'hijo, sí, a ver", mientras me acariciaba la
cabeza, distraída, lentamente. Siento que la estoy viendo: la cara huesuda y su
piel suavísima, el pelo revuelto por la almohada, chica como yo en mi cama, y
cansada, cansada. Entonces empecé a leerle un cuento de Isaac Asimov, aunque no
sé si se lo leí entero. El cuento en cuestión era "Anochecer": trata
de un planeta en el que por primera vez en milenios, los astros van a alinearse
de manera tal que ninguno de los tres soles que lo orbitan lo ilumine. Por
milenios y milenios, siempre uno de los soles, aunque fuera con una luz oblicua
e irreal, daba con este planeta. Miro a mi abuela un segundo y pienso que
entorno a la oscuridad, en aquel planeta, sólo hay mitos, no saben lo que es
que la noche llegue.
A lo mejor la idea para estas notas me la dio mi abuela
aquella vez cuando terminé de leerle el cuento. Estaba con la mirada fija en el
cielorraso, perdida en lo que oía, tomando con sus manos las frazadas,
tapándose y destapándose. Entonces le pregunté qué le había parecido y me dijo
algo muy vago. Y, como una profesora mala, le insistí y le dije que me contara
de qué se trataba el cuento (no puedo dejar de sentir algo de vergüenza al
recordar esto). Clavando sus ojos nuevamente
en el cielorraso y pasándose cada tanto un pañuelo por la comisura de la
boca, habló de embarcaciones inmensas, habló de una tormenta, que creía que
había una tormenta pero que no estaba segura y de dos hombres, de eso sí se
acordaba, que no se los veía bien por los camperones impermeables, que trataban
de hablarse a los gritos sin entenderse demasiado, se hacían señas,
indicaciones, el ruido debía ser imposible, y luego me dijo que se veía a la
embarcación hacerse más chica y más chica en medio de la tormenta, o del
silencio, o de la niebla.
Algo del
desvío de las lecturas, de oír un poco lo que uno quiere, de conectar cosas muy
separadas, está de fondo en estas notas.
Nota y
versión: Tom Maver
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THE HOUR AND WHAT IS DEAD
Tonight my brother, in heavy boots, is walking
through bare rooms over my head,
opening and closing doors.
What could he be looking for in an empty house?
What could he possibly need there in heaven?
Does he remember his earth, his birthplace set to
torches?
His love for me feels like spilled water
running back to its vessel.
At this hour, what is dead is restless
and what is living is burning.
Someone tell him he should sleep now.
My father keeps a light on by our bed
and readies for our journey.
He mends ten holes in the knees
of five pairs of boy's pants.
His love for me is like sewing:
various colors and too much thread,
the stitching uneven. But the needle pierces
clean through with each stroke of his hand.
At this hour, what is dead is worried
and what is living is fugitive.
Someone tell him he should sleep now.
God, that old furnace, keeps talking
with his mouth of teeth,
a beard stained at feasts, and his breath
of gasoline, airplane, human ash.
His love for me feels like fire,
feels like doves, feels like river-water.
At this hour, what is dead is helpless, kind
and helpless. While the Lord lives.
Someone tell the Lord to leave me alone.
I've had enough of his love
that feels like burning and flight and running away.